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lunes, 24 de diciembre de 2012

Aproximación a una antología musical de diciembre

 Aproximación a una antología musical de Aquellos diciembres


 Carátula de uno de los elepés
tradicionales en las navidades colombianas.


Por Vicente Silva Vargas

Diciembre es el más costoso, agitado, comprometido y, sin lugar a dudas, el más sabroso y alegre de todos los meses. Esa felicidad no sólo se debe al significado cristiano, a los regalos y a las reuniones familiares sino también al estrépito que con anticipación arman los locutores y animadores ―ahora llamados disyoqueis o ‘diyeis’― cuando anuncian en pueblos y ciudades: “¡La música de diciembre... desde septiembre!” 

 

Guillermo Buitrago, al centro, símbolo indiscutible de
la música festiva de Navidad y fin de año en
Colombia y muchos países de América Latina.
Basta oír las primeras notas de Guillermo Buitrago o el pegajoso ritmo de Tutaina, para que la piel se erice y todo se predisponga para disfrutar ese variado ambiente que va desde las tiernas velitas del siete de diciembre, los árboles coloridos y los pesebres primorosamente elaborados, hasta la tentadora gastronomía que revuelve sin contemplaciones al agringado pavo con la almibarada nochebuena opita.

Todo este ambiente sería imposible en Colombia si no fuera por la música popular de Navidad y Año Nuevo, a la que muchos de nuestros compositores e intérpretes han contribuido profusamente hasta el punto de que porros, cumbias, paseos, merecumbés y merengues son por ésta época los reyes de emisoras, clubes, discotecas y casas de familia en buena parte de Latinoamérica.

Uno de los reyes de la música tropical,
incluida la de Navidad, es José Benito Barrios.

Como un modesto homenaje a esos juglares, vale la pena intentar una breve antología de esa música, infaltable en la vieja discoteca familiar de todo buen colombiano e imprescindible por éstas calendas, cuando de mover la angarilla se trata”. No sobra advertir que en esta lista imperan algunos gustos personales y que, como todas las selecciones, la siguiente es absolutamente arbitraria y por tanto, admite adiciones, supresiones, modificaciones, alteraciones e interpretaciones.

 El mexicano Tony Camargo hizo famoso
El Año Viejo, del colombiano Crescencio Salcedo.

Dentro de la llamada música bailable ―esa que se desempolva cuando asoman los nostálgicos lagrimones― no se pueden dejar de lado estos temas colombianísimos: El Año Viejo, de Crescencio Salcedo; La víspera de Año Nuevo, de Tobías Enrique Pumarejo; 24 de diciembre, de Francisco Antonio el Mono González; Diciembre Azul, de Edmundo Arias; La Negra Celina, de Cristóbal Pérez; Micaela y La puerca, de Luis Carlos Meyer; Brisas de diciembre, de Rufo Garrido; Los camarones, de Julio Torres, Aquellos diciembres, de Los Falcons, Arbolito de Navidad y Navidad negra, de José Barros y toda la magnífica obra del inolvidable Guillermo Buitrago Enríquez (Dame tu mujer José, Ron de vinola, La Capuchona, Grito vagabundo, Compadre Heliodoro, La hija de mi compadre, El huerfanito, La araña picúa, etc.).

El colombian Kike Santander compuso la totalidad de las
canciones de este famoso cedé de la cubano-americana Gloria Estefan.

Es imposible ignorar el grupo de composiciones alegres ―aplicables a toda la temporada― que le hizo el colombiano Kike Santander a Gloria Estefan como Farolito, Abriendo puertas, Tres deseos, Más allá, La parranda, todos ellos éxitos mundiales. A ellos hay que sumar todo el aporte de artistas como el venezolano Hugo Blanco con El burrito sabanero, el dominicano Billo Frómeta y su Año nuevo vida nueva, los portorriqueños Benito de Jesús con Cantares de Navidad, Richie Ray y Bobby Cruz con Bomba de Navidad y Qué bella es la Navidad y la cubana Celia Cruz que hizo elepés completos con música navideña de diferentes autores (Feliz Navidad, Aguinaldo antillano, El cha cha chá de la Navidad, Bachata de Navidad, etc.).

 En un cuatro, instrumento
típico venezolano, Hugo Blanco
hizo El burrito sabanero.

En la parte estrictamente navideña la lista la encabezan algunos villancicos españoles, venezolanos y colombianos, caracterizados en su mayoría por sus curiosos o  incomprensibles nombres, entre los que resulta imposible olvidar a Tutaina, Antón,  Zagalillo, Los peces en el río, Rin rin, Dónde será pastores, La nanita nana, Pastores venid, Campana sobre campana, Vamos pastores vamos y muchos otros que tienen embolatado su origen como su autor pero que con su estilo compaginan la alegría de una música tierna y elemental con el encanto del pesebre familiar.

 Carátula de uno de los discos
que contiene El tamborilero.

El notable aporte nacional en materia de villancicos ―género musical que en sus remotos comienzos europeos no tuvo carácter religioso― empezó con importantes composiciones de carácter litúrgico en tiempos de la Colonia y la Independencia y se fortaleció en la tercera década del siglo XX con la aparición del disco grabado y la radiodifusión que al rescatar viejas tonadas que se cantaban en las iglesias o permanecían  en la tradición oral, facilitaron la masificación de una costumbre.

Como fruto de esa difusión, aparecieron villancicos en ritmos colombianísimos como el bambuco y el pasillo que rápidamente se popularizaron en parroquias y hogares. Dos de ellos son Niño divino, creación de gran maestro nortesantandereano Luis Uribe Bueno y Ha nacido el niño, de las hermanas antioqueñas Lucía y Helena Espinosa con música de Camilo García, integrante del Dueto de Antaño. Sin desconocer cantos relacionados con la Sagrada Familia o personajes del pesebre como los alabaos navideños y los arrullos al Niño que son parte de la cultura de las comunidades negras del Pacífico y a riesgo de omitir involuntariamente a importantes artistas y sus obras, es obligatorio citar cinco composiciones recientemente rescatadas por la magnífica la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Se trata de Villancico colombiano, Sueño de Navidad Bun za ba da, de Arnulfo Briceño; Ha nacido el niño (distinto al citado renglones atrás), de Jesús Pinzón, y Viene el Salvador, de Jesús Darío Peña.  
         

Carátula del cedé de villancicos publicado
por la OFB.

Otra tanda de villancicos no emparentados con lo tropical  la encabezan Jingle bells, del estadounidense James Pierpont, Blue Christmas, de Jay W. Johnson y Billy Hayes, y aquel que recuerda la leyenda de Rudolph, el reno de la nariz roja, de Johnny Marks y Robert May. Desde luego, aplican en este apartado Noche de Paz, de los austriacos Franz Xaver Gruber y Joseph Mohr, El tamborilero, canto de procedencia checa que fue traducido por la pianista estadounidense Katherine Davis a quien se le atribuye su ‘creación’ junto con Harry Simeone y Henry Onorati, y Feliz Navidad, de José Feliciano.

En este salpicón decembrino caben canciones tristes o, si se quiere, lacrimosas, ya que esta época es propicia para todo tipo de emociones como quiera que abundan aquellos que aman a diciembre como también existen los que lo aborrecen por sus costos, su manipulación mercantilista o quizá porque las penas del corazón son superiores a cualquier manifestación de jolgorio.


 El barranquillero Luis Carlos Meyer, llamado el 'Rey del
porro', es otro de los compositores colombianos
que ha animado los fines de año. 

Entre estas tristonas caben ¿Dónde están los juguetes? y Cinco pa’ las doce, del venezolano Oswaldo Oropeza; Canción para la Navidad y Navidad, de José Luis Perales; Maldita Navidad, de Gabriel Romero; El ausente, de Pastor López; Campanas de Navidad, de Jorge Villamil ―villancico el ritmo de sanjuanero totalmente olvidado por nuestras emisoras― y Lindo diciembre, vallenato de Miguel Herrera en la voz de Jorge Oñate.

 Aunque no están todas las canciones que deberían estar y algunas podrían no incluirse en esta antología, lo indiscutible es que todas ellas forman parte de nuestras vidas y que, gracias a los convencionales medios de comunicación, internet y a las cada vez más penetrantes redes sociales, podremos revivir así sea en forma pasajera, el espíritu de la Navidad, ese sentimiento alegre y solidario que debería gobernarnos todo el año.


¡Feliz Navidad!