martes, 9 de julio de 2013

San Pedro y Sanfermines: afinidades entre Huila y Pamplona

El Un rápido repaso a tradiciones del Huila, en Colombia, y Pamplona, en España, permite establecer que entre ambas culturas hay llamativas aproximaciones. La principal: el rabo de gallo (raboegallo), el vistoso pañuelo rojo que opitas y pamploneses se tercian al cuello cuando llegan las fiestas.  

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José Antonio Cuéllar, Rumichaca, ―el recordado rajaleñero y tamborero―
acostumbraba a ponerse el raboegallo con semanas de anticipación
a la llegada de las fiestas del San Pedro.
(Lienzo original de Jaime Piti Silva Silva).

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Por Vicente Silva Vargas

Aunque no se puede decir que San Juan y San Pedro son fiestas de cosecha como las que celebran algunos países europeos que se dedican al jolgorio durante los días en que el sol llega a su máxima declinación en el hemisferio norte ―aproximadamente a partir del 21 de junio― sí se puede afirmar que entre los festejos opitas y los Sanfermines que desde hace siglos se desarrollan del 6 al 14 de julio en Pamplona, España, hay claras coincidencias que insinúan un parentesco cercano.

En primer lugar, aparte de que se cumplen en pleno solsticio de verano, ambas se hacen en homenaje a grandes personalidades de la Iglesia católica. Mientras en Huila se rinde homenaje a Juan Bautista ―el primo hermano que bautizó a Jesús en el Jordán― a san Pedro, el principal discípulo de Jesús y primer obispo de Roma y a san Pablo, el converso perseguidor de cristianos, en la ciudad española la celebración es en memoria de San Fermín, santo, mártir y evangelizador español a quien se tiene como patrono de los horneros.

Durante las dos festividades el toreo ha sido una característica muy notoria como quiera que en el comienzo del San Pedro siempre había corridas para toreros de a caballo a quienes se llamaba garrocheros y de a pie, denominados ‘chulos’. Infortunadamente,  el toreo ―organizado en una plaza reglamentaria o como simple corraleja― desapareció de los programas sampedrinos huilenses para remplazarlo por los reinados, cosa que no sucedió en Pamplona en donde los famosas corridas y los encierros callejeros que recorren hasta tres kilómetros detrás de los fanáticos, son controvertidos espectáculos turísticos  de fama mundial. 

En la capital de la comunidad autónoma de Navarra ―como en Neiva, Pitalito, Garzón, Campoalegre o La Plata― la pólvora es elemento primordial de la festividad y así como un volador, llamado por los opitas cuete, es señal de alegría infinita, en Pamplona, la explosión de un chupinazo o cohete de gran poder, alborota el júbilo de propios y extraños.


El chupinazo, es el momento en el que un cohete anuncia
el comienzo de los Sanfermines, el 6 de julio. De inmediato, millares
de pañuelos rojos, similares a los raboegallos opitas, invitan al jolgorio general.
(Foto de la web oficial del Ayuntamiento de Pamplona).    

 Durante la semana de fiesta, en uno y otro país hay derroche de música, desfiles, comparsas, comidas y licores, Así como en Pamplona la banda municipal de música es protagonista en todos los programas oficiales, la Sinfónica de Vientos del Huila y otras bandas legendarias como la de Los Borrachos, en La Plata, son indispensables a la hora de amenizar bailes y paradas callejeras. Allá es famosa la comparsa de 25 gigantes y cabezudos de Pamplona.

Acá, en el sureño Huila, son conocidos otros gigantes: el Taitapuro, la Mamapura y las mojigangas. Allá la bebida regional es la famosa sangría, que se bebe a cántaros día y noche, y en Huila, aunque le falta más difusión y su comercialización a gran escala, aún subsiste la mistela hecha por las manos primorosas de abuelas que convierten el alcohol etílico de 90 grados en un bálsamo de mil sabores y colores.

El traje blanco y el raboegallo al cuello del hombre hacen evidente
la relación entre los fiesteros del Huila y Pamplona.
(Foto en Facebook de la Fundación Cultural Baracoa, de Garzón).

En los Sanfermines los pamplonicas portan un pañuelo rojo en el cuello y en junio, ¡vaya coincidencia!, los huilenses también se ponen en idéntica parte del cuerpo una pañoleta roja llamada raboegallo. Y  para completar, los mozos de esa parte de España y los sudacas del Huila, arremangan la bota derecha de sus pantalones bien sea para bailar, formar parte de un desfile o salir huyendo de los cuernos mortales de un toro bravo.

A la hora de comparar los dichos populares también surgen simpáticas afinidades. Al comienzo de las fiestas los españoles dicen “¡Viva San Fermín!” mientras que los huilenses, al arrancar las festividades lanzan su característico “¡Ijiiiii San Pedro!” Es común que los opitas digan «A bailar, a tomar y a gozar que el mundo se va a acabar» para expresar su deseo de sacarle el jugo a la parranda “Hasta que San Juan agache el dedo”, Y también es corriente que los fiesteros de la capital foral de Navarra lamentan la despedida de sus festividades diciendo: «Pobre de mí, se han acabao las fiestas de San Fermín».

Miles de españoles y turistas, con pañuelos en alto, despiden los Sanfermines.
(Foto de la web oficial del Ayuntamiento de Pamplona).   

 Estos improvisados apuntes solo son inquietudes que pretenden recalcar las raíces españolas de una parte de las fiestas huilenses puesto que también hay importantes aportes indígenas. Considero que las autoridades culturales del Huila, antes que interesarse por la contratación de artistas que no forman parte de la cultura Andina, deben preocuparse por la calidad de celebraciones que les ofrecen a niños y jóvenes.  Nada positivo se consigue con emperifollar a los guámbitos y a las reinas con trajes de paisanos y pollerines ostentosos si ellos y ellas no saben cómo, cuándo, donde y por qué empezó tanta alegría.