jueves, 27 de agosto de 2015

Las cuatro horas de un periodista 'preso' en Venezuela

En septiembre de 1987, un grupo de reporteros acompañó a una comisión de la Cámara de Representantes que debía inspeccionar varias zonas del territorio colombiano en litigio con Venezuela desde muchos años atrás. Lo que en un principio parecía un cubrimiento rutinario se convirtió en un incidente fronterizo en el que el periodista se convirtió en protagonista.

Por Vicente Silva Vargas 


La corbeta ARC Caldas, una especie de florero de Llorente en
el incidente colombo-venezolano de 1987.

Un mes antes, el 9 de agosto para ser precisos, se había producido el ingreso de la corbeta Caldas de la Armada de Colombia al golfo de Venezuela, aguas que por su inmenso valor estratégico y económico siguen en discusión pese a múltiples intentos fallidos de ambos países. Lo cierto, es que Colombia y Venezuela estuvieron a punto de ir a la guerra, primero porque Bogotá insistía en la soberanía colombiana sobre lo que se ha llamado el golfo de Coquivacoa, y segundo, porque Venezuela siempre ha defendido esta zona como suya hasta el punto de que no solo ejerce soberanía sobre ella explotándola económicamente, sino que también ha cerrado las puertas de mil maneras para tratar de hallar una solución diplomática y pacífica que deje satisfechas a las dos partes.


En todo caso, después de que el presidente Jaime Lusinchi 'le mostrara los dientes' al Gobierno del presidente Virgilio Barco ordenando la militarización de las fronteras, enviando modernos aviones, barcos y submarinos de guerra al golfo para sacar corriendo a la modesta corbeta Caldas, la intentona bélica venezolana y el ejercicio soberano de la embarcación colombiana, quedaron para la historia. Algunos historiadores de ambos países sostienen que aquella vez la guerra se evitó gracias a la mediación del presidente argentino Raúl Alfonsín y del secretario general de la OEA, Joao Baena Soárez. 



¿En qué consistió el incidente de la corbeta Caldas? Entre al siguiente enlace: 



Pocas semanas después del incidente diplomático, los presidentes
de Colombia, Virgilio Barco, y de Venezuela, Jaime Lusinchi coincidieron
 en una cumbre en Acapulco, México. Al lado izquierdo del mandatario
colombiano aparece el presidente argentino, Raúl Alfonsín,
artífice de la solución pacífica.
En medio de ese clima de tensión, que no había cedido pese al retiro de la corbeta y la supuesta disminución de los operativos militares venezolanos, una docena de periodistas llegamos hasta La Guajira con los congresistas para conocer en el terreno de qué manera Colombia dizque seguía ejerciendo soberanía en la zona en litigio, especialmente en la zona de Castillete, y cómo los venezolanos, al contrario de lo que decía la Cancillería colombiana, controlaban la totalidad del área en disputa.
Al fondo, se observa a dos militares venezolanos llevando
hasta un puesto fronterizo al periodista colombiano. 
La presencia venezolana, además de su ostentoso armamento, se hacía evidente en los más débiles: modestos comerciantes y ciudadanos desarmados que pasaban mercaderías de un lado a otro en ejercicio del libre derecho al rebusque. Sus presas favoritas eran las mujeres wayuús a quienes les decomisaban sus mercancías, insultaban y agredían físicamente. 


Esa escena la captamos los sorprendidos periodistas llegados de Bogotá que, sin pensarlo dos veces ni consultarle a nadie, empezamos a grabar con nuestras grabadoras y cámaras fotográficas y de video. Era una pelea entre David y Goliat: mujeres pequeñitas ataviadas con sus mantas multicolores, atrapadas como pájaros por hombres gigantones y armados; ancianas que habían recogido unos pocos pesos para comprar cachivaches y comercializarlos en Paraguachón o Maicao, arrastradas como si fueran bultos; decenas de jóvenes madres que con sus hijos de brazos trataban de escapar de uniformados que en lugar de ser garantes de los derechos ciudadanos actuaban como auténticos depredadores.
Militares venezolano 'entregaron' al periodista a autoridades
y congresistas colombianos en la llamada tierra de nadie.
Embebidos en nuestro cuento reporteril, seguros de que teníamos una noticia gruesa muy diferente a los almibarados comunicados diplomáticos que nada decían, los reporteros de radio grabábamos entrevista, los de televisión hacían malabares para captar la mejor toma y los colegas de prensa con sus fotógrafos buscaban el momento exacto para mostrar a través de la gente del común la realidad política y social de una frontera que es una histórica colección de atropellos de la vera de allá y de sumisión del lado de acá.
El 'preso' fue recibido por congresistas colombianos
y autoridades de La Guajira.
 En ese ir y venir de indígenas huyendo, de guardias nacionales venezolanos tratando de capturar infractores y de periodistas cazando la noticia, el autor de esta blog ―en ese entonces reportero político de la cadena Todelar― fue atrapado en territorio colombiano y llevado hasta un moderno puesto fronterizo venezolano en donde estuvo 'preso' por lo menos durante cuatro horas que fueron una eternidad. Allí, al rayo de sol sentado, de pie o arrodillado―, amenazado con ser llevado ante un consejo de guerra que le podía imponer una condena de hasta seis años de cárcel por denigrar de las fuerzas militares venezolanas, sin derecho a ir al baño y sin ninguna posibilidad  de probar un sorbo de agua, el autor vivió uno de los momentos más tensos de su trayectoria periodística.

No sobra anotar que en ese entonces no existían los teléfonos celulares, internet era lo mas parecido a un invento de ciencia ficción, las redes sociales no estaban en la mente de nadie en el mundo y las comunicaciones satelitales solo las tenían los grandes medios de comunicación de Estados Unidos, Japón y Europa. Así las cosas, la única manera de comunicarse con Bogotá para "echar" la noticia, era encontrar una destartalada oficina de Telecom en Maicao o buscar un alma caritativa del lado colombiano que prestara un teléfono particular, de aquellos de disco lento, que hoy en día solo se ven en los museos. 

Hoy, al ver a  los miles de colombianos humildes atropellados y ultrajados en la frontera, cargando toda su riqueza material a las costillas, simplemente porque ellos nunca han sido importantes para los gobiernos de allá (excepto con fines electorales) y mucho menos para el de acá, estoy convencido de que el 'carcelazo' fue una modestísima piñata de primera comunión frente a las humillaciones de estos compatriotas a muchos de los cuales se les conoce como 'bachaqueros'.

El periodista, de entrevistador cotidiano, de un momento
a otro se convirtió en "noticia" para sus colegas
.
Comparto con los lectores una entrevista realizada hace 28 años por el colega Manuel Vicente Peña, quien la publicó un magnífico libro llamado La guerra fría de Venezuela, y en la que además de este caso personal, en nada comparable con la tragedia de los colombianos perseguidos por el Gobierno de Nicolás Maduro, se documentan cientos de atropellos que durante décadas han cometidos las administraciones venezolanas (dirigidas por adecos y copeyanos) y que en materia de abusos, tropelías y humillaciones no se diferencian para nada de los procedimientos inhumanos aplicados por los 'progresistas' gobiernos bolivarianos del Socialismo del siglo XXI.
Alejandra Balcázar, el Negro Bolaños y José Antonio Rocha,
tres de los colegas de aventuras en Paraguachón.
Además de los textos de Peña, se incluyen seis fotografías guardadas en el baúl de las viejeras, conocida tan solo por la familia y que por las dolorosas noticias de los últimos días recobraron actualidad en los recuerdos del autor. En ellas el ágil reportero gráfico José Barrera registró la 'captura', la liberación por parte de la Guardia Nacional, la entrega a los congresistas y autoridades colombianas del 'peligroso periodista' y la alborozada recepción de los colegas, entre ellos, el Negro José María Bolaño, Alejandra Balcázar, José Antonio Rocha, Myriam Gómez y otros compañeros de brega diaria.

No sobra anotar que esa noche, un diputado guajiro de apellido Iguarán, organizó una acto de 'desagravio' en el brillaron el Old Parr y los buenos vallenatos.