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miércoles, 19 de noviembre de 2014
martes, 18 de diciembre de 2012
Bertilda Samper, la monja que reencauchó la Novena de Navidad
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Crónica sobre el origen y evolución de la Novena de aguinaldos, una de las tradiciones religiosas y navideñas de mayor arraigo en el pueblo colombiano. ¿Quién fue Fernando de Jesús Larrea? ¿Qué hizo Bertilda Samper Acosta y cuál es su parentesco con los Samper Pizano? ¿Por qué, pese a su antigüedad y a quienes la califican de obsoleta, la Novena conserva su vigor?
Por Vicente Silva Vargas
Si la Novena de
Aguinaldos que por estos días rezan con regocijo millones de colombianos y buena parte de ecuatorianos se hiciera como
hace dos siglos, muchos devotos se verían en grandes apuros para poder cumplir
al menos con la más liviana de las penitencias recomendadas por la Iglesia en
ese entonces.
Según la Novena para el
aguinaldo, escrita por el
fraile ecuatoriano Fernando
de Jesús Larrea (Quito, 1700
- Cali, 1773), además de la confesión y la comunión, los feligreses debían
dedicar una hora diaria de oración para luego rezar con fe la Novena que
sugería «mortificaciones» muy serias para lograr «benignas influencias». Por
ejemplo, para el primer día se debían hacer «reverencias a las camisitas del
Niño» y besar 33 veces el suelo. En el segundo se reverenciaban «los pañales de
Jesús» y era necesario orar por las ánimas del Purgatorio. Para el tercero
había que procurar el silencio durante todo el día. En el cuarto, era
obligatorio un Rosario de 150 avemarías y en el quinto la penitencia
incluía el Viacrucis. En el sexto eran de estricto rigor 50 actos de contrición y en
el séptimo tocaba dar limosnas a los pobres y visitar enfermos. Los dos últimos días eran los
más severos: en el octavo tocaba dormir en una cama dura y golpearse con
una disciplina y en el noveno, la pena era postrarse siete veces ante el Divino
Infante y, si fuera posible, ayunar con agua y pan.
Ante semejante austeridad, digna del más severo de los monjes cartujos, ¿es
posible imaginarse una Navidad como la actual, rebosante de opulencia y
extravagancias? ¿Qué tal tomar solo agua en lugar de aguardiente, cerveza
y güisqui o comer pan duro y desaliñado en lugar del jugoso pavo, el apetitoso pernil de cerdo o las rebosantes hallacas?
La respuesta, aunque borrosa, ha aparecido poco a poco en los últimos años
en los que se ha fortalecido la figura de Bertilda Samper Acosta, una de las hijas del
prestigioso político liberal y poeta colombiano José
María Samper y la no menos
famosa escritora Soledad
Acosta de Samper. Bertilda ―nombre que corresponde a un anagrama de la
palabra “libertad” con la
que su padre quiso recalcar sus ideas democráticas― además de religiosa fue
poeta y colaboradora habitual de reconocidas revistas bogotanas como La
Mujer y Familia en las que firmó con el seudónimo de
Berenice. Después de educarse en Francia, donde fue impregnada por el misticismo de
su época, la joven que prometía ser tan buena escritora como sus exitosos
padres, renunció al mundo material y se inclinó por la vida monástica al
ingresar a la comunidad de la Orden de la Enseñanza donde adoptó el nombre de María Ignacia.
El padre Larrea
La hermana encontró
en su convento que desde los albores de la Independencia las monjas y las novicias rezaba en
diciembre con mucha fe una Novena escrita en Lima, Perú, por el fraile
quiteño Fernando de Jesús Larrea, teólogo, filósofo, respetado predicador, abnegado misionero en territorios inhóspitos de Perú, Ecuador y Colombia y fundador de prestigiosos colegios y seminarios en Quito y Cali. Además se enteró que pocos meses antes de morir, fray Fernando le envió su escrito como regalo desde la capital ecuatoriana a doña Clemencia Gertrudis de
Jesús Caicedo Vélez Ladrón de Guevara de Aróstegui y Escoto, la fundadora del
monasterio y del Colegio de la Enseñanza, la primera institución educativa para
mujeres fundada en Bogotá, justamente la institución en la que Samper Acosta primero fue una simple monja y más tarde madre superiora.
Pese a que ese
devocionario del franciscano era algo conocido en la capital colombiana, a
Bertilda le pareció que ese trabajo escrito tal vez antes de 1770 y publicado por primera vez hacia 1884 según los documentos consultados, era excelente para ser rezado en conventos
y capillas con mucha devoción, pero sin el sabor popular para llegarle a la gente común y corriente que,
en su opinión, debía ser la primera en practicar la devoción al Divino Niño y extender la fe a
la Sagrada Familia.
Los cambios de María Ignacia
Los cambios de María Ignacia
Después de pensarlo
y consultarlo durante meses con otras monjas, la religiosa consideró
que era hora de darle un vuelco modernizador a las oraciones del padre Larrea
con base en diversas invocaciones importadas en sus baúles europeos. El
primer paso para armar una novena conforme a lo que ella consideraba era la
idiosincrasia colombiana fue cambiarle el nombre a la introducción de fray
Fernando ―llamada Primer día y leída solo el 16 de diciembre y no
en los días restantes― para denominarla Oración para todos
los días, aquella que dice «Benignísimo Dios de tanta caridad…» Luego, le
hizo leves retoques a los textos originales de la Oración a Nuestra
Señora ―llamada por Bertilda Oración a la
Santísima Virgen― y a la Oración al Señor San
Joseph, curioso título que
ella sustituyó por la elemental designación de Oración a San José.
También le metió la
mano a las Consideraciones para los nueve días incluidas en la
vieja Novena al sustituir en su totalidad las dos reflexiones creadas por el
cura Larrea y las siete restantes que él había tomado del libro Mística ciudad de
Dios: historia divina y vida de la Virgen madre de Dios (1670), escrito por la clarisa
española María de Jesús Ágreda. Para esta modificación, María Ignacia tradujo
los libros El interior de Jesús
y María, del jesuita francés Joseph Grou (1816), y Belén o el misterio
de la santa infancia (1860), del sacerdote inglés Frederick William Faber.
De uno y otro tomó conceptos y montó, a su manera, las llamadas Consideraciones que en gran medida sobreviven a
nuestros días.
Para hacer más corta la Novena ―que en tiempos de fray Fernando podía durar dos horas― borró de un
plumazo y para siempre las nueve oraciones adicionales que el ecuatoriano había
compuesto para ser leídas después de cada Consideración. En
cambio, la Oración al Niño Jesús («Acordaos, ¡oh! dulcísimo Niño
Jesús…»), es casi de su total cosecha porque se basó en la devoción al Niño
Jesús propagada en Europa por Margarita Parigot, la carmelita descalza más
conocida como Margarita del Santísimo Sacramento y a quien el Divino
Infante se le apareció en 1636 para decirle: «Todo lo que quieras
pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado».
No satisfecha con las sustituciones, adiciones y modificaciones, la madre
María Ignacia ―fallecida
en 1910 a los 54 años― se le ocurrió espantar el aburrimiento surgido
por la solemnidad de los templos y conventos poniéndole música ‘pegajosa’ al
«Dulce Jesús mío, mi niño adorado… ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes
tanto!», la breve oración que iba intercalada
entre los Gozos, que en ese
entonces se llamaban Afectos y
aspiraciones para la venida del Niño Jesús. Para
facilitar la rima de su versión, Bertilda decidió extender el estribillo
repitiendo y agregando palabras cortas: «Ven, ven, ven / ven a nuestras almas /
Jesús ven, ven, ven, ven. / Ven a nuestras almas / Jesús ven, ven / a nuestras
almas. / No tardes tanto, no tardes tanto, Jesús ven, ven».
Al igual que hizo
con las oraciones creadas por Larrea, María Ignacia también eliminó las Jornadas que hicieron
la santísima Virgen y San José de Nazaret a Belén, una serie de nueva narraciones que
se leían después de los Gozos y que, según el historiador Carlos
Valderrama Andrade, «servían de guía
para los cambios que se van haciendo al pesebre a lo largo de los días de la
Novena del aguinaldo en las iglesias franciscanas de Colombia».
Once de los doce versos cortos que alaban al Niño y que con el paso del
tiempo pasaron a llamarse Gozos para todos los días, fueron modificados en su totalidad por la religiosa que los extendió, los
reacomodó tomando palabras de uno y otro lado y les dio cierta coherencia para
ser asimilados por la gente de su época. El único verso que sobrevivió a su
cuchilla fue el último Gozo que remata toda la oración y al que
curiosamente no le matizó música: «¡Ven Salvador nuestro por quien suspiramos…!
¡Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto!» María Ignacia también
simplificó el título del librito y el nombre original, Novena para el aguinaldo, lo
transformó en Novena de
aguinaldos, que es como se le conoce popularmente en Colombia
y Ecuador.
Fernando de Jesús Larrea, el
fraile que redactó la primera Novena
de Navidad.
(Tomado de la reimpresión del
Instituto Caro y Cuervo en 1987).
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Pedagogía y difusión
Al terminar su
labor como compiladora, redactora, correctora de estilo y editora, a la
devota le tocó otra misión por partida doble: convencer a la curia de
las bondades de un novenario junto al pesebre para hacer de la Navidad una
fiesta de todos los hogares y no solo de templos, conventos y monasterios, y conseguir la licencia eclesiástica para publicar su
trabajo. Superados estos escollos con ciertas dificultades, su siguiente
eslabón fue persuadir a la gente común y corriente para que también orara y
alabara a Dios en sus casas sin la necesidad de tener a su lado a un sacerdote o a una religiosa para que dirigiera las plegarias.
Como si fuera poco,
emprendió una intensa campaña pedagógica casa por casa de los más importantes
barrios bogotanos para que los devotos ―la gran mayoría analfabetas― asimilaran
la «divina esencia» de expresiones inusuales como «doliente amparo» y «llave de
David» que correspondían más a la espesa Teología y al estilo literario de
aquellos tiempos, campos en los que la monja-poeta era una estudiosa de tiempo
completo.
Lo sorprendente es que esta obra literario-religiosa que hace parte de las tradiciones navideñas de Colombia y Ecuador se impuso año tras año en ciudades importantes como Bogotá, Cali, Medellín, Tunja, Cartagena, Popayán, Pasto, Manizales, Neiva y Bucaramanga y pequeñas poblaciones donde contó con el visto bueno de los obispos y párrocos pero sin ser una publicación oficial de la Iglesia. Así ha sobrevivido durante más de un siglo sin que los múltiples intentos para cambiarla, maquillarla, mejorarla, rediseñarla, desaparecerla o acomodarla a los tiempos reinantes, hayan logrado sus propósitos.
Lo sorprendente es que esta obra literario-religiosa que hace parte de las tradiciones navideñas de Colombia y Ecuador se impuso año tras año en ciudades importantes como Bogotá, Cali, Medellín, Tunja, Cartagena, Popayán, Pasto, Manizales, Neiva y Bucaramanga y pequeñas poblaciones donde contó con el visto bueno de los obispos y párrocos pero sin ser una publicación oficial de la Iglesia. Así ha sobrevivido durante más de un siglo sin que los múltiples intentos para cambiarla, maquillarla, mejorarla, rediseñarla, desaparecerla o acomodarla a los tiempos reinantes, hayan logrado sus propósitos.
Inamovible
Ni siquiera el viraje impuesto por el Concilio Vaticano II a las ceremonias y rituales ni los
ataques de todo género consiguieron desterrar frases como «Soberano beneficio”,
«lumbre de Oriente», «sapiencia suma», «Adonaí potente» y tantas otras
expresiones que muchas décadas después recitamos alegres y de memoria ―con
fe o sin ella― y sin ponernos a pensar en asuntos teológicos o en
interpretaciones gramaticales. Es más, intentar quitarle
sus palabrejas o sus frases originales, sería inútil porque la
gente del pueblo, la misma a la que ella dirigió su Novena cuando se aproximaba
el final del siglo XIX, la quiere tal como es, sin ediciones modernas ni
interpretaciones filosóficas ni sesudos racionamientos basados en la Teología.
El prestigioso periodista y escritor Daniel
Samper Pizano, hermano de Ernesto Samper Pizano, expresidente de Colombia, tampoco logró
desacreditar la obra de su parienta directa ―algo así como su tía abuela― cuando
dijo en 1973 que la Novena de Bertilda era una «melcocha ideológica […] subterráneamente
insuflada de un soplo negro y enlutado», tal vez para referirse a los gozos que
hablan del «bienhechor rocío», la «raíz sagrada de Jesé» y el «fragante nardo».
En los años 90 la Arquidiócesis de Bogotá también intentó darle un toque renovador a la antiquísima Novena publicando un libro muy bien editado y que como muchos otros de su estilo en las navidades siguientes fue a parar a los archivos
eclesiásticos donde quizá «more eternamente». Y por allá en 1977, el brillante
sacerdote huilense Leónidas Ortiz Losada ―hoy en «altos ministerios» del Celam―
redactó otra novena navideña pero su esfuerzo tampoco tuvo eco. En 2012, la Asociación para la Enseñanza ―Aspaen―, respetabilísima organización educativa vinculada al Opus Dei, también publicó su novena, la cual se reza en todos sus colegios pero que, como otras de su estilo, no tienen el encanto de los arreglos introducidos hace tantas décadas. En agosto de 2014 la Conferencia Episcopal Colombiana, por mandato de los obispos de todo el país, decidió publicar en internet su atractiva Novena Multimedia en la que combinó con acierto gran parte de los textos tradicionales adaptados por la madre con fragmentos de los Evangelios, reflexiones sobre la paz y la armonía y villancicos populares.
Portada de la Novena Multimedia preparada por el Episcopado Colombiano en 2014. |
Ojalá, cuando la algazara de panderetas, los coros
destemplados y las pícaras sonrisas generadas por el «padre
putativo» congreguen ante el pesebre a millones de católicos de la atribulada Colombia, se recuerde con gratitud, afecto y admiración a fray Fernando y a la madre María Ignacia. Al primero, por su formidable creación de
hace 244 años (en 2014) y a la segunda, por reencauchar ―como llamamos los periodistas en Colombia a la actualización noticiosa― y convertir en «suave cayado» algo tan serio como un novenario de adoración al Niño Dios.
Novena publicada en 2012 por Aspaen y rezada en todos sus colegios. |
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Glosario navideño
Muchas de las palabras, expresiones, frases y nombres que hacen parte de la Novena de María Ignacia, son inusuales, desconocidas o poco utilizadas en la vida cotidiana. Por tanto, junto con otros elementos de la Navidad no necesariamente ligados a la tradición católica pero presentes en todos los diciembres, se incluyen en este listado para facilitar su comprensión.
Adonaí potente: Palabra de origen hebreo que equivale a la expresión ‘Mi Señor’.
Aguinaldos: Regalos que se entregan en Navidad o en la fiesta de
la Epifanía (6 de enero). También son inocentes juegos navideños en los cuales
el perdedor entrega un regalo al ganador.
Altos ministerios: Servicios estables y de gran responsabilidad que
presta la Iglesia a su feligresía por medio de un ministro que puede ser
sacerdote, obispo o diácono.
Ángeles: Simbolizan la presencia de mensajeros de Dios en los momentos cumbres
como la encarnación y el nacimiento de Jesús.
Árbol de Navidad: La tradición dice que san Bonifacio sembró un pino para reemplazar un
árbol utilizado por paganos de Europa para adorar a su dios y lo adornó con
manzanas (pecado original) y velas (Jesús, luz del mundo). El tronco representa
a Dios y las ramas, sus brazos protectores.
Bienhechor rocío: Se refiere al maná ―una especie de escarcha― que calmó el hambre de
los israelitas en el desierto. Equivale a bendición.
Buey: Los Evangelios no lo mencionan en el pesebre. Sin embargo, como
advirtió el papa Benedicto XVI, su presencia se infiere porque «El pesebre hace
pensar en los animales, pues es allí donde comen».
Campanas: Su sonido se interpreta como un llamado de Dios a los hombres.
Cayado: Palo o bastón curvo en su parte superior. Lo
utilizan los pastores en sus faenas.
Colores: Cada uno tiene un significado particular. Dorado: realeza de Jesús;
blanco: luz del mundo; verde: esperanza; rojo: nueva vida.
Coronas: Representan poder y dignidad.
Divina esencia: Naturaleza divina y sobrenatural de Dios por encima de cualquier cosa
o ser.
Do: Se utilizaba en la poesía antigua y equivale al adverbio ‘donde’.
Emmanuel: Uno de los títulos del Mesías, el hijo de Dios, El Salvador y rey
descendiente de David, prometido por los profetas al pueblo hebreo.
Encarnación: Acto misterioso mediante el cual el Verbo Divino tomó forma humana en
el seno de María.
Estrellas: Recuerdan al cuerpo celeste que orientó a los Reyes Magos. También
representa la luz que guía al cristiano.
Gozos: Breve composición poética en honor a María, el Niño Dios o los santos.
Se divide en coplas, después de las cuales se repite un estribillo. Sinónimos:
aspiraciones, afectos.
Humanado: Referido concretamente al Niño Jesús por hacerse hombre.
Incienso: Resina aromática originaria de Arabia e India utilizada en ritos
religiosos para alabar a las divinidades. La leyenda de los Reyes Magos señala
que Gaspar lo regaló al Niño Jesús por ser Dios.
Jesé: Hijo de Obed, nieto de Booz y padre de David. Es la raíz familiar de
donde procede Jesús.
Lirio de los
valles: Tierna y fragante flor mencionada varias veces en La
Biblia y que para algunos cristianos antiguos simbolizó la segunda venida de
Cristo.
Llave de David: El rey David, según la
tradición judía, tenía la ‘llave’ de entrada al cielo. Por consiguiente, Jesús
al ser su descendiente, también la poseía.
Luces / velas: Representan a Jesús, luz
del mundo que ilumina nuestras vidas.
Lumbre de
Oriente: Jesús, luz del mundo, nació en el Oriente del mundo cristiano.
Mirra: Resina originaria de Turquía y Arabia utilizada para elaborar perfumes
y ungüentos y embalsamar cadáveres. Según la leyenda, este fue el regalo de
Melchor al Niño Jesús en su calidad de hombre.
Misa de gallo: Eucaristía de la media noche del 24 de diciembre para saludar la
llegada de Cristo antes de que cante el gallo.
More: Del verbo morar. Significa habitar o residir habitualmente en un
lugar.
Nacimiento
espiritual: Según san Agustín, es el nacimiento sacramental de
Cristo por obra del Espíritu Santo y el nacimiento moral o místico del alma
creyente.
Mula: Aunque La Biblia no la menciona, la tradición católica la ubica en el
pesebre junto al Niño, José, María y el buey.
Nardo: Planta que produce flores muy blancas y olorosas. En el antiguo Israel
su extracto se utilizaba como un perfume fragante de alto valor.
Novena: Oraciones, lecturas y otros actos piadosos practicados durante nueve
días seguidos para adorar a Dios o venerar a la Virgen o a los santos.
Omnipotente: Quien todo lo puede, atributo exclusivo de Dios.
Oro: El más precioso de todos los metales. La leyenda de los Reyes Magos
dice que Baltasar lo regaló al Niño Jesús por su categoría de rey.
Pandero /
pandereta: Rústico instrumento musical formado por uno o dos
aros provistos de sonajas o cascabeles y cubierto por un lado con un parche
liso.
Papá Noel: San Nicolás de Bari, obispo y santo turco al que la tradición navideña
presenta como el personaje de traje rojo que reparte regalos en un trineo. En
holandés su nombre es Sinterklaas, en inglés Santa Claus y en francés Père Noël
del cual salió el latino Papá Noel.
Pastor: Persona que en tiempos bíblicos, guiaba y apacentaba las ovejas.
Pesebre: Representación del lugar en el que nació Jesús. Su propagación se debe
a San Francisco de Asís quien presentó por primera vez en el siglo XII un
nacimiento en vivo. También se le llama Belén o nacimiento.
Pitillo / pito: Pequeño instrumento musical que al soplarse produce un sonido muy
agudo.
Plantas: Parte inferior de los pies.
Prosternado: Arrodillarse o inclinarse por respeto.
Putativo: Alguien al que se tiene por padre, hermano o cualquier otro familiar
pero sin serlo. Sinónimo: adoptivo.
Regalos: Simbolizan los dones que los sabios de Oriente llevaron al Niño Dios.
También representan a Jesús como un presente de Dios Padre para la humanidad.
Reyes magos: No se ha probado si se trataba de sabios y magos con título de rey y
si en verdad eran tres. Los cuerpos de quienes se cree serían Melchor, Gaspar y
Baltasar ―nombres creados por la tradición― reposan en la catedral de Colonia,
Alemania.
Sagrario: Lugar del templo en el que se conserva a Cristo
sacramentado.
Sapiencia suma: Referencia al Niño Jesús como la sabiduría eterna de Dios padre.
Venerable
Margarita del Santísimo Sacramento: Nombre adoptado por Margarita Parigot, monja
francesa de la Orden del Carmen a quien el Niño Jesús se le apareció para
pedirle que propagara por el mundo la devoción a su infancia.
Villancico: Canción popular profana compuesta o interpretada por los villanos
(habitantes de las villas). Esta música de origen europeo adoptó después temas
religiosos que cantan a los personajes de la Navidad.
Zagal /
zagalillo: Pastor joven.
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Fuentes
Ente otros escritos, el autor consultó los
siguientes:
Dejémonos de vainas, Daniel Samper Pizano (1973)
Diccionario de la lengua española, RAE (2001)
La Biblia, Editorial Verbo Divino (1995)
La cathédrale de Cologne, Joseph Hoster (1949)
Navidad, Reader's Digest (2001)
Novena de aguinaldos, adaptada por la madre María Ignacia (1956)
Novena de Navidad, Arquidiócesis de Bogotá, (2013)
Novena para el aguinaldo, Instituto Caro y Cuervo (1987)
Parnaso colombiano: Colección de poesías escogidas, Julio Añez (1884).
Parnaso colombiano: Colección de poesías escogidas, Julio Añez (1884).
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