Una leyenda llamada Buitrago
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Carátula del célebre larga duración que incluye
el himno de Año Nuevo.
A
Buitrago ―además de su inmenso legado― se le debe reconocer que fue el músico
que más discos grabó en los años cuarenta cuando los cantantes y las orquestas grababan
en vivo en las pocas emisoras de radio de entonces o en los estudios
artesanales montados por empresarios interesados más en la música que en el
billete. Fue él junto con Julio Bovea, quien inició la grabación de viejos y
nuevos vallenatos con guitarras y, como si fuera poco, fue el primer intérprete
de dos ilustres desconocidos de entonces: Rafael Calixto Escalona Martínez y
Emiliano Zuleta Baquero, el Viejo Mile.
Al primero le grabó nada menos que El testamento
―con los Trovadores de Barú, conjunto del cual formaba parte José Benito Barros―, y al segundo le interpretó La gota fría,
paseo que durante muchos años se conoció con el título nada comercial de Qué criterio. Por esa y otras razones,
el Nobel Gabriel García Márquez, al contrario de otros gurúes del vallenato, dijo
hace algunos años que Buitrago tenía el doble mérito de haber
sido el primer artista en comercializar la música vallenata y de promocionar las
obras de otros compositores que después ganaron renombre.
Buitrago, un hombre
alegre, dicharachero, de buena pinta y caribeño total, supo transmitir su alegría
a públicos diversos, desde aquellos que atiborran las casetas populares y los clubes
de socios linajudos, hasta aquellas familias modestas que viven en los campos y
las barriadas de invasión. Pero su vida fue áspera, trepidante, fugaz y tan
diferente a su regocijo artístico que bien podría contarse en cine o televisión
con rotundo éxito. Muy niño perdió a su madre, oriunda de Ciénaga, y para ayudar al sostenimiento de
la casa tuvo que aprender el peligroso oficio de polvorero y colaborar con su padre, un comerciante paisa. Apenas entrado en
la adolescencia, aprendió a tocar guitarra y a cantar en su Ciénaga natal,
ciudad del Magdalena donde se desarrollaron casi todos los acontecimientos que
motivaron sus canciones. Tan pronto llegó a los veinte años, el hambre de
triunfo, los apremios económicos y su capacidad artística lo obligaron a recorrer pueblos, veredas y ciudades como un
auténtico juglar que buscaba espacio para contar la vida cotidiana en forma de
canciones.
Radio Magdalena, Emisora Atlántico, La Voz de la
Patria, Ecos de Córdoba, Emisora Variedades y Emisoras Unidas, lo vieron nacer como artista y le ayudaron en sus triunfos como músico
genuino. Los éxitos lo abrumaron casi sin darse cuenta y muy pronto fue
contratado para presentaciones en emisoras y clubes de Bogotá, Cali y Medellín.
Mientras tanto, sus discos llegaron con rapidez a México, Argentina, Venezuela,
Ecuador, Perú, Cuba, Panamá, Costa Rica, Honduras, Nicaragua y otros países que
lo admiraban como sólo ocurre con los ídolos.
De Guillermo
Buitrago y sus muchachos ―como se llamaba el conjunto de guitarras, guacharaca
y a veces clarinete e integrado por Carlos El
Mocho Rubio, Efraín Torres y Ángel Fontanilla― se
conservan unas 150 melodías que gracias al prodigio de la tecnología digital
hoy se pueden disfrutar como hace seis décadas cuando la gente hacía cola en
los almacenes para comprar un disco de 78 revoluciones por minuto que se le
entregaba al cliente ocho días después. Del apreciable listado de paseos,
merengues, sones y porros de su autoría grabados casi todos con unos cuantos
rones entre pecho y espalda en los estudios de Discos Fuentes, de Cartagena,
sin lugar a dudas, los más populares son Ron de vinola, Grito vagabundo, El huerfanito, Compae Heliodoro, La araña picúa, La
piña madura, La hija de mi comadre, Las mujeres a mi no me quieren y La Capuchona.
Capítulo aparte
merece La víspera de Año Nuevo, que
se escucha en gran parte de América Latina en la
versión original del Mono
Buitrago a quien de manera equivocada, durante casi medio siglo, se le atribuyó
la creación de este merengue que en realidad es de la autoría de Tobías Enrique
Pumarejo, Don Toba, quien decidió
relatar en una ambiente entre nostálgico y jocoso, ‘la perdida’ el día de Año
Viejo con su novia Doris del Castillo Altamar. Este personaje, respetado en el
viejo Magdalena por su alta posición social, sus memorables parrandas e importantes
cantos como Callate corazón y Mírame fijamente, tan poco le importó
la fama que sólo admitió la autoría de la composición que lo hizo famoso poco años
antes de fallecer en 1995.
Guillermo Buitrago
pasó a la historia por su extraordinaria obra musical ―desempolvada todos los diciembres en un extraño revoltijo de nostalgia, sinsabores, alegrías, satisfacciones
y cumplidos― pero también por su vida azarosa que, como si fuera el remate de una película de misterio, terminó en tragedia el 19 de abril de 1949. Según
versiones de la época no demostradas y que al parecer son simples rumores novelescos, el famoso Mono
apareció muerto junto a la puerta de su casa con una botella de cerveza en una
mano, 19 días después de haber cumplido 29 años de edad. Falsa o cierta esta versión, lo que sí está probado es el arribo a Ciénaga aquel día aciago de un empresario
artístico con quien se había comprometido a firmar un contrato que lo haría famoso en el mundo: la grabación
de varios discos con la Orquesta Casino de La Playa, una de las más importantes
agrupaciones de música tropical de Cuba.
Como todas las partidas
intempestivas de las estrellas de la música, el cine o la literatura, mucho se dijo
sobre las causas de su muerte pero nada se ha probado y quizá nunca se sabrá
la verdad. Algunos dijeron que murió desnutrido y tuberculoso, otros afirman que lo
mató la cirrosis asociada a su vida desordenada, unos más hablan de una pulmonía
severa y hay quienes especulan con una sífilis mortal contraída por sus
múltiples relaciones con mujeres que lo asediaban.
Sin embargo, en su
pueblo natal ―donde todos los años se le recuerda con la celebración del
Festival Nacional de Música con Guitarra que lleva su nombre― amigos y parientes
decían que murió envenenado por un músico envidioso que nunca pudo soportar el
fulgurante ascenso del llamado ‘Trovador del Magdalena’. Cualquiera que haya
sido la causa de su muerte, su obra ya un patrimonio nacional que hace décadas
traspasó las fronteras de la inmortalidad al presentarlo como uno de los padres del vallenato.
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Algunos datos fueron tomados de los libros Guillermo Buitrago, cantor del pueblo para todos los tiempos, de Édgar Caballero Elías (Discos Fuentes, Medellín, 1999) y Cultores de la música colombiana, de José I. Pinilla.
Otros datos se tomaron datos de http://festivalguillermodejesusbuitrago.com/Buitrago.HTML.
Otros datos se tomaron datos de http://festivalguillermodejesusbuitrago.com/Buitrago.HTML.
Las fotos fueron tomadas del libro del señor Caballero Elías.
Buen relato Vicente, de este gran interprete y compositor de mi tierra querida. Además, Buitrago HENRIQUEZ era un pariente lejano, dscendiente de los Henriquez de Cienaga, ciudad donde tuvo su cuna mi familia, descendientes de Jacobo Henriquez, el holandes de origen español que vino por estos lads del mundo hace un montón de años. Un abrazo.
ResponderBorrarMax Henriquez Daza
Max, saludos y gracias por tus comentarios. Estamos tratando de recopilar estos asuntos de cotidianidad para que quede algo, sobre todo en la gente joven, y para que los viejos rememoremos. ¿Dónde andas, sigues por fuera de Colombia? He recordado en estos días a Pocho por mis visitas al Iragua y la estupenda obra que allí dejó. Me cuesta creer que se haya ido tan rápido. Saludos y abrazos en el nuevo año. Viso
ResponderBorrarExcelente trabajo Vicente. Sorprendente tanto exito y tan poco tiempo en vida.
ResponderBorrarUn abrazo
Luis Fernando Rondón
Guillermo Buitrago,junto a otros artistas, han puesto la música colombiana en un lugar donde permiten que muchas personas conozcan de nuestras tradiciones musicales; géneros como el vallenato, la salsa, entre otros, que son autóctonos de nuestra región colombiana.
ResponderBorrarSaludos